Con algunos días de diferencia, investigadores del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI), así como Greenpeace, han pedido que se reduzca la producción ganadera en Europa para aliviar el mercado de cereales, ante el recorte de los volúmenes de grano procedentes de Ucrania y Rusia. Esta petición fue inmediatamente rechazada por la FNSEA.
Columbia (Estados Unidos.), Oxford y King’s College (Reino Unido), la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales francesa (EHESS), el Instituto de Estudios Políticos de París (Science-po), el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) y el Instituto Nacional de Investigación sobre Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de Francia (Inrae): pocas son las instituciones científicas de prestigio que faltan en esta petición.
«El grano alimenta a los animales, se utiliza como biocarburante, o se desperdicia, en lugar de distribuirlo entre las personas con medios económicos limitados”
En un artículo de opinión sobre la crisis alimentaria provocada por la guerra en Ucrania, publicado recientemente, cerca de 500 investigadores, principalmente especialistas en agricultura y ecología, piden que no se reduzcan los objetivos de la Estrategia «De la granja a la mesa» ni se aumente la producción europea de cereales.
«La inseguridad alimentaria mundial, explican, no es el resultado de la falta de oferta, sino de la desigualdad económica y de la mala distribución de los alimentos. (…) El grano alimenta a los animales, se utiliza como biocarburante, o se desperdicia, en lugar de distribuirlo entre las personas con medios económicos limitados”.
Soluciones al problema
Proponen tres soluciones para «hacer frente a las crisis a corto plazo»: en primer lugar, acelerar la «transición hacia dietas más saludables que contengan menos productos animales en Europa». Según sus cálculos, disminuir un tercio el consumo de alimentos para el ganado en Europa compensaría la caída de las exportaciones ucranianas.
La segunda solución es aumentar la producción de leguminosas y «reforzar la Estrategia de la Granja a la Mesa», para limitar el consumo de fertilizantes nitrogenados y las importaciones de gas.
Por último, reducir el desperdicio alimentario. Además, los investigadores recomiendan dejar los mercados internacionales abiertos y financiar la compra de grano por parte del Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Los buenos y malos investigadores
Todos estos argumentos son recogidos por Greenpeace, que en un comunicado de prensa pidió a las autoridades europeas y a los Estados miembros «que reduzcan inmediatamente la producción industrial de carne, huevos y productos lácteos para reducir el uso de cereales en un 8%».
Según los cálculos de la ONG, actualmente se utilizan 162,5 millones de toneladas de cereales de todo tipo para alimentar a los animales de granja. Una reducción del 8% de este volumen permitiría «disponer de 13 millones de toneladas de trigo», y compensar la pérdida de producción prevista en Ucrania para evitar «flexibilizar las protecciones medioambientales de la PAC».
Christiane Lambert, presidenta del COPA-COGECA y de la FNSEA, rechazó estos argumentos, afirmando que «no está de acuerdo con los intelectuales que dicen que deberíamos comer un 25% menos de carne».
La presidencia de la FNSEA, que reaccionó al hecho de que los firmantes son científicos, explicó que «el INRAE es una gran institución en la que se puede encontrar al investigador que se quiera». Según ella, este hormiguero incluye a «investigadores militantes», pero también a científicos cuyo enfoque acoge con agrado, entre ellos Jean-Louis Péraud, especialista en prados.