La Ley de Protección de los Derechos de los Animales se cierne sobre nuestras cabezas y amenaza la tranquilidad de todos y, muy especialmente, la de los pobres animales que dice proteger. Promete una lista “positiva” de individuos objeto de esos derechos, pero, de momento, solo se mencionan los perros, los gatos, los hurones, los équidos y algunas aves. Por cierto, los peces se excluyen especialmente.
No está demasiado claro el objeto legislativo y no sabemos por qué hay animalitos que preocupan obsesivamente al legislador y otros que no se mencionan, ni siquiera como especies o subespecies.
Perros y gatos estarán protegidos, incluso aunque esa protección sea contraria a su naturaleza. Un husky siberiano o un labrador recibirían el mismo tratamiento que un caniche, y un galgo deberá cumplir con su trabajo (correr detrás de las liebres, entre otros) controlado por un veterinario que, también, opinará sobre su estado emocional.
No está demasiado claro el objeto legislativo y no sabemos por qué hay animalitos que preocupan obsesivamente al legislador y otros que no se mencionan
Lo de los équidos es aún más estrambótico; los caballos no podrán trabajar hasta los cuatro años, por lo que están más protegidos que las niñas dedicadas a la gimnasia rítmica. No sé si saben que los caballos necesitan empezar su entrenamiento mucho antes de esa edad y que nadie tiene intención de maltratarlos por placer, aunque solo sea por su precio. Un caballo de carreras corre ya con dos años y con cinco es considerado “viejo”. Para salto y doma se debe empezar a manejar con dos/tres años y la primera competición llegará con los cuatro, cinco años.
Por supuesto que cortar rabos a los perros por motivos estéticos o de adecuación al morfo tipo de la raza está prohibido, aunque la castración (hembras y machos) es recomendada. Si tan importante es el estado emocional del can y, rotundamente, estamos convencidos que es casi un ser humano ¿por que no le preguntamos que prefiere que le corten?
Las colonias de gatos son ya el sumun del despropósito. Animales medio salvajes y abandonados que componen estas colonias, deben ser objeto de mimo por parte de los vecinos. También hay que microchiparlos y, después hacerles un corte en la oreja (a ellos si se les puede cortar algo). Estas colonias pueden presentar un riesgo para todos y, muy especialmente, para los animalitos autóctonos de nuestras latitudes. Acaban con gorriones y otro tipo de especies.
El Gobierno no se atreve con las palomas y cotorras argentinas que están devastando nuestra flora y nuestra fauna propias
El Gobierno no se atreve con las palomas y cotorras argentinas que están devastando nuestra flora y nuestra fauna propias y se olvida que la naturaleza es sabia cuando la dejan y se equilibra sin dejar que ningún individuo se apodere del todo, siempre hay un depredador que controla. En esta ley los depredadores, aunque sean foráneos, son protegidos y las víctimas no, así no hay forma.
No sé si la Federación de Municipios sabe que los pueblos con mas de cinco mil habitantes deben tener un refugio (“santuarios” los llaman) cuyo coste se incluirá en sus presupuestos. Chiringuitos, registros de todas clases y colores y un sinfín de disparates, es el resumen de este bodrio legislativo del que se pueden sacar tres conclusiones:
- La primera, ratificar la afición de la izquierda a prohibir cualquier cosa. Prohibir es fácil y barato. Lo difícil es educar en el respeto a nuestro entorno, sea vegetal o humano, y tener principios.
- En segundo lugar, esta filfa legislativa pretende hacer sujeto de derechos a quién por su condición de ser irracional no pueden ser objeto de obligaciones. Los derechos son exclusivos de la especie humana, toda vez que es, también, objeto de obligaciones. ¿Son incultos o, solamente, se lo han trabajado poco? Esperemos que los tribunales varios (Constitucional, de Derechos Humanos, etc.), nos puedan salvar de esta.
- Y, por último, el afán de desnaturalizar la naturaleza es también afición de esta gente que nos gobierna, que no comprende o no quiere comprender.
Pero lo peor es que es de imposible cumplimiento, salvo que uno tenga una vecina que quiera fastidiarle la vida y le denuncie por dar un azote al niño o al perro …. Y las sanciones no son menores, ojo.
A todo esto, los peces no se incluyen en el articulado. Parece que, al no chillar para nuestros oídos, la merluza no dispone de mecanismo emocionales que deban ser evaluados por un profesional, ni nadie se ocupará de inspeccionar los estanques, tantas veces sucios, donde malviven las pobres carpas japonesas sin microchipar. Un escándalo.
En mi lejana infancia había dos héroes perrunos que fascinaban a todos los niños. Eran Lassie y Rintintín, los más populares, los mejores amigos, los defensores de los buenos y la pesadilla de los malos. Estos ídolos no se hacían los “humanos” ni se les ocurría meterse en la cama o comer filetes directamente de la mesa de sus amos.
Cumplían con su obligación: Rintintín hacia guardia en la puerta del barracón donde su amo y amigo, el cabo Rusty dormía y, durante el día, no le dejaba ni a sol ni a sombra, sabía cuál era su obligación, no necesitaba de descansos extraordinarios y se jugaba la vida si era preciso. La perrita Lassie era pastora, dormía en el pajar para tener mejor visión de los peligros sobrevenidos. Su vida transcurría cerca del ganado, protegiéndolo, y no paraba, adoraba a sus dueños, que también trabajaban de sol a sol. Todo era natural y se vivía en armonía.
Con siete años pedí a los Reyes Magos un pastor alemán (Rintintín) y me trajeron un dálmata hinchable (¡!)
Ahora pediría una merluza porque puede vivir libre conmigo y, en último caso, si me voy de vacaciones y no me cabe en el coche, me la puedo comer al horno con la seguridad de que este gobierno no se va a meter conmigo.
Por Carmen Martínez de Sola, ganadera y periodista
También te puede interesar…
- Escaso impacto del anteproyecto de protección y derechos de los animales en la ganadería