Siempre conviene repasar la historia. Cuando yo era joven, los más viejos del lugar, me refiero a pueblos que formaban parte de lo que hoy es Castilla y León, recordaban un dicho popular sobre los precios del trigo y de los cereales que había ido pasando de generación en generación durante unos cien años, desde mediados del siglo XIX. El dicho en cuestión era el siguiente: «para que el trigo (cereal) valga dinero, hacen falta agua, sol y guerra en Sebastopol». Esta ciudad, el resto de la Península de Crimea y los territorios aledaños que hoy forman parte de Ucrania y Rusia, fueron escenario de numerosos conflictos en los dos últimos siglos. Y, coincidiendo con algunas de esas guerras, los precios del trigo se dispararon en Europa, porque se reducía la oferta, y eso provocó que los agricultores cerealistas tuvieran importantes ganancias.
De momento, está claro que la guerra en aquella zona del Mar Negro, una de las principales productoras de trigo y de cereales del mundo, va para largo, desgraciadamente. Las noticias que llegan desde el territorio de Ucrania, granero de Europa, hablan de pérdidas de vidas en el campo, de importantes daños en las explotaciones y en las infraestructuras y alertan de bajadas de producción y de dificultades para exportar las cosechas. La situación es de tal gravedad, que hasta el presidente del Banco Mundial ha dicho esta semana, primero, que los países desarrollados deben ayudar a los que están en vías de desarrollo, y, segundo, que es necesario trabajar para aumentar la producción de alimentos, energía y, atención, los fertilizantes, tan necesarios para la actividad agrícola. Repito: lo dijo el martes pasado David Malpass, el presidente del Banco Mundial.
En Bruselas siguen cantando «el verde que te quiero verde»
Esperemos que hayan tomado nota en Bruselas, porque hasta ahora la Comisión Europea sigue dando prioridad al componente verde de la PAC en perjuicio de la parte productiva. Lo ha dejado claro en las valoraciones que ha enviado a los Estados miembros sobre los Planes Estratégicos de la PAC que estos habían presentado, pidiendo que sean más verdes. En resumidas cuentas, a pesar de que en Sebastopol, (entendida en sentido amplio) va a continuar la guerra; a pesar de que la disponibilidad de cereales y otros productos se va a reducir; a pesar de que los fertilizantes, de los que Rusia es un importante productor, seguirán muy caros; a pesar de todo eso, en Bruselas siguen cantando «el verde que te quiero verde».