Las campanas situadas en los campanarios de nuestros pueblos han sido durante muchos siglos la forma de comunicarse para los habitantes de los mismos. Había muchos toques: el de repique para expresar alegría; también el de fiesta; el de llamada a la oración; el toque de misa; el toque a fuego, cuando se registraba un incendio bien en alguna casa o en el campo; el toque denominado “tente nube” que se hacía para alejar las tormentas de granizo “tente nube, tente tú, que Dios puede más que tú” y, por supuesto, los toques de difunto y ahí llega la gran pregunta: ¿por quién doblarían las campanas hoy?
Pues, por ejemplo, por las explotaciones cerealistas de muchas zonas de España, como esta de la Moraña abulense en la que nos encontramos, que agonizan por la falta de rentabilidad debido a los bajos precios y a los altos costes de producción. Como ya he dicho son bastantes los agricultores que piensan en abandonar, bien estos cultivos o sus explotaciones. Doblarían también por los cultivadores de remolacha, que, gracias a la desastrosa, gestión de los responsables de la empresa Azucarera, llevan el mismo camino.
Las campanas doblarían por las explotaciones cerealistas de muchas zonas de España, como esta de la Moraña abulense
Pero, sobre todo, campanas como las que estoy viendo ahora mismo, doblarían por estos pueblos pequeños, que cada vez lo tienen más difícil para sobrevivir debido a la confluencia de una serie de factores, entre ellos la desidia de las Administraciones. Los Reyes han estado esta semana en Brañosera, un pequeño pueblo de 253 habitantes situado en la montaña palentina, que tiene el honor de ser el primer Ayuntamiento español.
Corría el año 824 cuando se otorgó por el Conde Munio Núñez el Fuero de Brañosera, la primera carta puebla. Se trata de la primera organización administrativa local. ¡Ojalá esa visita real sirva para dar más visibilidad a los múltiples problemas que tienen hoy estos pequeños pueblos! En ellos hay mucha cultura, mucha tradición, muchos monumentos, mucha vida pasada, pero poca vida futura, salvo que cambien las cosas.
Lamentablemente nuestros pueblos más pequeños se mueren y con ellos terminará también una forma de vida. La situación es tan grave, y no es exageración, que en muchos de esos pueblos en poco tiempo no quedará nadie que ponga en marcha las campanas para que doblen por ellos, aunque, de momento, España todavía sigue oliendo a pueblo. Disfrutémoslos mientras podamos.